No hay austeridad como la paciencia, de modo que no des lugar al enfado.
Nagarjuna
El Buda reconoció que venciendo el enfado, uno alcanza el estado sin retorno.
Lobsang Puntsok tenía seis años cuando le dijo a sus padres que no quería ir al monasterio de Drepung y hacerse monje. Pero no porque quisiera quedarse en su casa jugando, sino porque quería ir al monasterio de Sera. Dado que no están demasiado lejos una de otra y en Sera vivía un tío suyo, sus padres aceptaron.
Desgraciadamente, su pariente no quería tenerle por allí y le pegaba. Pero el niño estaba decidido a estudiar y practicar a pesar de todo. Tanto es así que con nueve años se reunió con su maestro, Trijang Rimpoché, y un grupo de monjes mayores para recibir la iniciación de Vajrayoguini, a pesar de que adentrarse en las prácticas tántricas estaba prohibido para quienes no hubiesen completado sus estudios, algo que suele llevar unos veinte años.
También fue muy precoz a la hora de viajar. De cuando en cuando desaparecía durante meses, dedicándose a viajar por el Tíbet y desarrollando unas capacidades realmente asombrosas. Era experto no sólo en las enseñanzas de sutra y tantra de las cuatro tradiciones: También dominaba el cham (danzas religiosas), astrología y adivinaciones, hacía complejos mandalas de arena de memoria e incluso entendía sobre arquitectura inspirada en el Vinaya, el código ético monástico. No eran pocos quienes coincidían en que se trataba de un meditador extraordinario; una persona santa incluso desde niño.
Tras la invasión china de 1959, ya diplomado como gueshe, calculó su ruta hacia el exilio dejándose guiar por un sueño y llegó hasta Tsum, una pequeña aldea en Nepal, justo al otro lado de la frontera. También visitó la “cueva de las palomas”, en la que vivió el gran yogui Milarepa y donde desarrolló la capacidad de mantenerse con vida sin ingerir alimentos de forma física. Así es como meditó durante más de veinticinco años, con la única compañía de ciervos y tigres.
Tras la muerte de Lama Yeshe en 1985 decidió vivir de nuevo en comunidad, trasladándose a Kopán, el monasterio de su querido amigo en Kathmandú, donde enseñó rituales tántricos e introdujo las danzas cham. Era muy popular por sus grandes conocimientos en medicina tibetana y prácticas de adivinación, dando consejo a todo aquel que se lo requería. De vez en cuando viajaba para dar enseñanzas en centros budistas de Singapur y Taiwán.
En una de estas visitas, en el año 2000, sus estudiantes le rogaron someterse a un chequeo médico, descubriendo que padecía un cáncer de estómago demasiado avanzado para operarse. De vuelta en Kopán meses después, hizo saber a sus allegados que la muerte se acercaba, pidiendo que diesen comienzo las oraciones y rituales convenientes. Minutos después manifestaba el aspecto de fallecer, permaneciendo siete días en meditación, incorrupto. Durante su cremación, que dejó una gran cantidad de reliquias entre las cenizas, se observaron muchos signos auspiciosos, como flores que caían del cielo y diversos arcoíris.