Lama

 Monlam





¿Es necesario predicar más al intrépido? Subyuga tu mente, esta es la más útil y esencial de las instrucciones.
El Buda dijo que la mente era la raíz de la virtud.

Nagarjuna


Biografía


El matrimonio formado por la bellísima Tashi Lhamo y el inteligente Lobsang Sangye era nómada, pero el 25 de diciembre de 1926 se encontraban en el corazón del Tíbet: Su capital, Lhasa. Su hijo estaba a punto de nacer. Como era costumbre en aquellos tiempos, con apenas cuatro años el niño ya se había ordenado como monje, uniéndose a su hermano mayor en el monasterio de Tsecholing.

Posteriormente se trasladó al gran monasterio de Sera Je, a las afueras, donde recibió los votos de ordenación completa de manos del regente, Reting Rimpoché. Hasta los terribles años de la invasión china y su Revolución Cultural, a principios de los años 60, dirigió ceremonias tántricas en el templo de Lokeshvara, una de las gompas interiores del Palacio del Potala, y estuvo presente en Norbulingka —el palacio de verano— cuando en 1954 Su Santidad el Dalai Lama ofreció por primera vez la gran iniciación de Kalachakra.

Pero en 1962 estaba claro que lo más prudente era abandonar el país. Como tantos otros compatriotas, cruzó los Himalayas hasta llegar a Dharamsala, en la India. Llevó consigo el cráneo de un lama fallecido tiempo atrás con intención de regalar la reliquia al Dalai Lama. Lo consiguió y desde entonces gozó de la mayor simpatía y cariño por parte de Su Santidad. Pero no todo fue fácil. Vivió en la más absoluta pobreza hasta que fue invitado a alojarse en el monasterio de Samtenling, en Nepal, donde se hizo buen amigo de Lama Thubten Yeshe.

Cuando en 1972 éste dejó el lugar para inaugurar el nuevo monasterio de Kopan, le ofreció a Lama Monlam ser el nuevo abad de Samtenling, pero rechazó la oferta. Solía cortarle el pelo a un anciano lama que le decía: “Tienes el pelo blanco. ¡Pareces más viejo que yo! Algo estás haciendo mal”. Aquello, y el augurio de un médico tibetano de que podría morir antes de alcanzar los cincuenta años de edad, le hicieron reflexionar. No tenía tiempo de dirigir ningún monasterio. A partir de aquel momento, primero en Swayambunath —la famosa colina de los monos de Kathmandú— y luego en las sagradas cuevas de Parping, el Lama Monlam pasó treinta años meditando. Comprendió que aquello que hacía mal era esforzarse, en lugar de limitarse a “soltar” sus deseos de querer ser feliz. Cuando su pelo volvió a ser negro entendió también que la felicidad verdadera y la buena salud van de la mano.

No fue hasta mediados de los noventa, contando ya con 79 años, que empezó a tener discípulos occidentales. Una doctora italiana le hizo una proposición: Ella cuidaría de su alimentación y él vería mundo. ¿Por qué no? Muy pronto empezó a viajar a Italia, donde tenía un nutrido grupo de seguidores. España no se quedaba atrás, y cada cierto tiempo era recibido sobre todo en Tushita, el centro de retiros catalán. Llegó a tocar los corazones de los lectores del diario La Vanguardia, a quien concedió una entrevista hablando de la felicidad auténtica y de sus largos años en retiro: “Cuando era niño meditaba y practicaba, pero era a base de voluntad y comprensión intelectual. Pero yo no era una mente en paz. Ahora, cada
célula de mi cuerpo conoce la causa de nuestro sufrimiento y he podido desarrollar esa mente de amor hacia los otros sin expectativas, sin esfuerzo ni condescendencia, sin necesidad de planteárselo. Soy, simplemente, feliz”, declaró.

El Venerable Lama Jampa Monlam, sin duda un ser muy especial, dedicado por completo al servicio a los demás y a la meditación, manifestó el aspecto de abandonar el cuerpo en Nepal en septiembre de 2018, a la edad de 92 años.